Ayer nuestros
hijos redescubrieron a los Beatles. Algunas canciones estaban entre las muchas que
les cantábamos cuando aún vivían en nuestros brazos; también fueron música que
poníamos de vez en vez en casa.
Hacía mucho que
no los escuchaban y, por entretenerlos durante una espera bastante larga ayer,
en algún momento, después de casi hora y media de leer cuentos variados, y ya
aburridos (los adultos) por volver a leer los mismos otra vez, probamos a poner
algún video musical que no fuera los de siempre. Empezamos con la animación
psicodélica de “Yellow Submarine”, y entre la música pegajosa, las imágenes y
la anécdota de que ellos ya conocían esa canción aunque no la recordaran, se
engancharon. Y pidieron más Beatles. Y más. Y más.
Bastante pronto
las imágenes de los conciertos originales ya no importaban, sólo la música y
los datos curiosos que a ratos les proporcionábamos. Mientras tanto, bailaban,
jugaban, tarareaban, pedían repetir alguna canción (“Yesterday” fue la más
repetida, seguida de “Help”, “Hey Jude” y "Twist and Shout", empatadas en segundo lugar). Tremenda gozadera.
Por la lista de
reproducción también pasaron The Monkees, The Mamas and the Papas, The Archies,
“Snoopy vs The Red Baron”, y muchos más ejemplos de una época; incluso
encontramos un video presentando los #1 del Bill Board en cada año desde 1940 hasta 2016 (que aprovechamos para señalar los años de nacimiento de los
miembros cercanos de nuestras familias). Pero los Beatles fueron la sensación.
¿La razón de la
espera? ¡Estábamos haciendo tamales! La masa estaba lista, pero hubo que cocer
la carne, preparar la salsa, y entonces poner manos a la obra para que los
niños los armaran “with a Little help from my friends” (¡saludos a los
beatlémanos que nos leen!). Y luego, ¡a cocer!
Y aquí vinieron
los problemas. La cosa no iba bien: la olla de presión, para ahorrar tiempo, no
levantaba temperatura. Nos parece que fue en parte porque hace tiempo que no usamos
gas para cocinar y la parrilla eléctrica (no de inducción) no es la mejor
opción para cocinar con mucho calor, y encima después nos dimos cuenta que la
corriente estaba “baja”; y encima hacía frío incluso en la cocina.
Probamos a
cocinar algunos en microondas, según una receta de internet, pero tampoco funcionó,
y salieron sabrosos pero duros y chiclosos, eso que le llaman los entendidos “como
suela de zapato”.
En fin, comimos
sincronizadas y dejamos los tamales a cocer durante la noche, ya sin prisas,
para degustarlos en la comida el día de hoy.
¿Éxito? Relativo: los de guajillo nos encantaron a los adultos, pero no pasaron el control de los pequeños; los de chocolate, ¡volaron!
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